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11.5.11

Hampton Roads

La batalla de Hampton Roads fue una batalla naval de la Guerra Civil estadounidense que tuvo lugar el 9 de marzo de 1862 frente a Sewell's Point, un promontorio cercano a la boca del canal de Hampton Roads, Virginia, siendo esta boca la única salida de las aguas interiores que alimentan el canal a la bahía de Chesapeake y a mar abierto.

Al inicio de la guerra, las fuerzas unionistas se vieron obligadas a evacuar Norfolk — al sur del canal — e incendiaron sus barcos para que no cayesen en manos de la Confederación. Uno de estos barcos fue recuperado por los confederados, rebautizado como CSS Virginia y recubierto con planchas de hierro, convirtiéndose en el primer navío de guerra acorazado estadounidense que entró en combate. El 8 de marzo de 1862 partió hacia Sewell's Point, en Hampton Roads, para romper el bloqueo de los barcos de la Unión, varios de los cuales efectivamente fueron destruidos por el CSS Virginia. Al día siguiente entró en combate con el USS Monitor, un acorazado recién construido por la Unión.

Aunque el propio combate no arrojó un saldo claramente a favor de ninguno de los bandos, es un hito de la historia naval al constituir la primera confrontación entre dos buques de guerra autopropulsados y blindados, que más adelante serían conocidos como acorazados. Con anterioridad a este suceso, prácticamente todos los navíos de guerra se construían de madera. Posteriormente, la guerra naval y la construcción de barcos cambiarían radicalmente. Los distintos países iniciaron una carrera que convertiría sus flotas de madera en flotas de hierro, ya que los acorazados habían demostrado ser superiores a los buques de madera para resistir el fuego de artillería.

No voy a mentir, la primera vez que escuché sobre Hampton Roads fue por Titus Andronicus y no fue hasta poco menos de un año después de esa primera vez que me interesó siquiera el background histórico de la batalla que nombra una de mis canciones preferidas.

The Battle of Hamptom Roads era sólo eso, una increíble canción, el cierre perfecto a uno de mis álbumes preferidos, un himno casi perfecto para uno de los momentos más miserables de mi 2010.

Pero de pronto, a partir de ese momento fue un poco más que eso. Tampoco voy a decir que el conocer sobre el evento que le da título a la canción cambia complétamente mi visión de ella o del disco. Después de todo a pesar de que The Monitor a veces se promociona como "un disco conceptual sobre la Guerra Civil Norteamericana," creerse esa afirmación es caer en un juego de pretenciones ridículas. Tiene las referencias y paralelismos, pero para nada está complétamente basado en esta historia.

De cualquier forma, si hay una canción que se acerque a ello en el disco es ésta. No a través de narrar el evento, sino de precisamente trasladarlo a una lucha personal, una guerra interna. Alguna vez recomendé el disco diciendo que justo eso era The Monitor para mí, "una auténtica historia de la interminable guerra que divide y destruye a un hombre desde dentro" y no hay mejor canción en el disco para probarlo. Tal cual como en el histórico Hampton Roads, una batalla total donde al final no hay un claro ganador.

Siempre me considero dentro de batallas así; una lucha constante entre opuestos que nunca podrán derrotarse el uno al otro, pero siempre volverán a intentar sobreponerse. Una danza constante sin final entre enemigos que dependen de sí.

...And I'd be nothing without you my darling please dont ever leave.

Esa es mi vida. I'm either too happy or fucking sad, aburrimiento pasivo contra emoción absoluta... y es justo una de las cosas que me producen mayor frustración.

Mi vida no es triste, ni dramática, ni nada. No me quejo de ella, estoy en una escuela que me agrada, conozco gente genial, trabajo cuando quiero y para quien quiero, en cosas que me gustan, me siento bien en general. Sin embargo me preocupa y me fastidia que a veces sea sólo eso. 

Hace un año fui con Óscar, Ayax e Imelda a un pueblo increíble en San Luis Potosí del que no sabía absolutamente nada. Lo decidí con ella en una tarde, lo planeé solo en una noche y la mañana siguiente anexé a los otros dos. Fue increíble. Un par de semanas después, Imelda me dijo una frase horrenda que más o menos iba así: "Me cuesta trabajo verte, Benjamín. No puedo explicarlo del todo. Es difícil volver a ver a una persona después de conocerlo de una forma tan distinta. Te veías feliz, de una manera que nunca antes había visto. Aquí, eres un día más... aquí eres el Benjamín de siempre."

Esas palabras me torturan desde aquel día, porque son verdad. Sólo en situaciones complétamente fuera de mí es cuando puedo ser feliz. En un pueblo lejano, en una situación inestable, en una relación enferma, en un evento peligroso, en una situación en la que todo lo que consideraba seguro entra en riesgo total y pierdo el control.

Situaciones de conflicto absoluto, situaciones de Hampton Roads. Batallas entre lo peor y lo mejor de mí, lo más irracional y lo más coherente. Luchas entre mi miseria y mi alegría, donde una sale triunfante por un instante de iluminación total donde pareciera que se quema toda mi energía y luego se vuelve a la despreciable calma.

Por eso hago lo que hago, por eso me esmero tanto en hacer lo que sea que pueda (aunque sea por unos instantes) romper con una rutina, por eso acepto invitaciones, por eso intento, por eso disfruté tanto el hospital, por eso acepto con gusto las consecuencias de mis acciones. Porque una batalla más parece ser la única forma que tengo de sentir que realmente vivo.


Tenía la esperanza de tener un abril memorable y aunque gran parte de lo que planeaba se fue desmoronando ante mí, sólo ese deseo de lucha me motivó a no dejarlo en una derrota más. No sin una batalla memorable, de las cuales conseguí dos.

En el desierto potosino, tras jugar de nuevo con la rendición ante la miseria, cuando fui sorprendido por la primera lluvia de la temporada. Las gotas enormes y el granizo golpeando con fuerza cada parte de mí que pensara en rendirse, el viento amenazante con tirarme al vacío del barranco en el que me balanceaba esperando un milagro que llegó en el momento justo...

En el volcán, mi volcán, tras dejar detrás a un amigo que no podía o no quería llegar ya al destino... mi destino. Avanzando entre la lluvia con una determinación difícil de explicar, corriendo entre un río de agua helada con la esperanza de alcanzar una victoria necesaria, cayendo justo al pie de una cascada enorme que me exigía respeto al tiempo que el cielo se abría para dejar ver por un instante unos rayos del sol, en el momento justo...

...el momento en el que la lucha terminaba y al balbucear de nuevo un please don't ever leave no me quedaba más que cerrar los ojos y dejarme llevar por el sonido de la gaita, indicándome que una vez más la batalla terminaba, pero recordándome que de mí depende siempre cuándo ser o no el Benjamín de siempre.

3 comentarios:

A. Blankcard dijo...

Ese dia en el desierto fue épico, yo perecí ante la lluvia horrenda...

Anónimo dijo...

Ese día nos despedimos con un apretón de manos en Juárez y Luis Moya ¿Te acuerdas? Nos miramos a los ojos... tu foto me lo recuerda.

L. Venjamín dijo...

...ich erinnere