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5.12.12

Círculos

Hay un café, en el centro de la ciudad, que siempre me ha llamado la atención y al que he querido entrar desde que tengo memoria. Siempre me ha intimidado un poco la idea, ignoro porqué. A veces tenía la idea de que el día que tuviera a entrar a él debía tener un motivo especial, de trascendencia (aunque fuera mínima), otros sólo pretendía ignorarlo.

Hace años lo consideré como el lugar donde decirle a IV que había pagado la renta de un lugar donde vivir. Lugar que luego fue abandonado cuando mis ridículas ideas murieron a manos de la razón ajena.

Otra ocasión lo consideré como el lugar donde llevar a alguien más la primera vez que saldría con ella. Iba a hacerlo, realmente todo apuntaba a ello, pero al último momento fingí demencia y pretendí que nunca estuvo en planes.

La última vez, lo planeé como el lugar donde presentar a dos amistades mías quienes considero tienen la capacidad de trabajar, vivir y crecer juntos como pocas personas que conozco. Cambié la ubicación tres lotes hacia el norte a otro edificio. Ese café es mío, pensé.

Quizás sea lo más ridículo del mundo. Es algo similar a cuando manipulé al director de mi empresa a que firmáramos el acta que me nombro socio accionista en un lugar complétamente atípico (el área de Ciencias Puras de la Biblioteca Vasconcelos) sólo porque alguna vez dije que le exigiría a la vida que ese sería uno de los lugares en los que debían ocurrir momentos de gran importancia de mi vida.

Siempre he creído que sólo divago y son caprichos absurdos que me mantienen día a día.

Lo curioso, ridículo y no por eso menos memorable es mi situación actual: una institución me contactó para invitarme a participar como artista residente y financiar una exposición. Lo cual sería quizás el primer trabajo de este tipo, que realmente me nombraría de tal forma. Un inicio, pues. Lo más increíble es la forma, pues la encargada de adentrarme en este mundo me citó en ese café y (como si no fuera suficiente) comparte nombres con las dos mujeres que no llegaron a acompañarme a dicho lugar en el momento que así lo quise.

Algo debí haber hecho bien... y eso es poner atención a la dicha de la Aleatoriedad.

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